Vacaciones de verano 2010 (II)

Tras el desayuno, nos fuimos a Amsterdam, no sin anécdotas: La primera de ellas en el tranvía para ir del hotel a la estación… tras esperar un rato, nos damos cuenta que el que vimos pasar era el último (simpre hay que mirar en la parada el horario, cada cuánto pasan) hasta por la tarde que se reanuda esa línea.

Una vez en la estación, tratamos de cargar la ChipKaart en uno de los cajeros automáticos que hay. Pues bien, por algún misterioso motivo, parece que Visa o Master Card no se acepta, así que se termina tragando mi visa. Lo primero que hacemos es hablar con el personal de la estación, pero no tienen  las llaves del cajero y tienen que esperar que vengan de Utrech a examinar la máquina. Reinician la máquina a distancia, rearranca el sistema pero la tarjeta sigue sin salir… Al final, llamé al ING para que me la bloqueen y procedan con una nueva. Lo gracioso es que además me quieren explicar las promos y les tuve que cortar… ¡que las llamadas en roaming son una pasta!.

En tren

En tren

Ya en Amsterdam, en la Estación Central, salimos hacia los canales, para coger uno de los barcos hop-on/hop-off que van por los canales, una especie de autobús en los que adquieres un bono diario que te deja bajar y subir tantas veces quieras.

Desde los canales, en un hop-on/hop-off

Desde los canales, en un hop-on/hop-off

La primera parada fue en el Museo Van Gogh, muy cerca del famoso Rijks Museum. La verdad es que no nos gustó nada y eso que llegamos justo en un momento donde no había apenas gente. Los cuadros que más nos gustaron era de coetáneos suyos, pero no del propio Van Gogh. Creo que lo suyo es un “querer y no poder”, pues todas las caras parecía la misma aunque se suponía pintaba a distinta gente. Uno debe darse cuenta de que no sirve para algo y enfocar sus energías en otra cosa (como a mi con la música…).

I am sterdam

I am sterdam

Tras, y aunque suena duro decirlo, perder el tiempo con Van Gogh, fuimos a comer. Encontramos una panadería/pastelería a precio razonable y con comida típica: sopa de tomate, sopa de cebolla y unos sadwiches (o bocadillos, ya que no era pan de molde) que los hacían en el momento.

Tomatensoep... sopa de tomate

Tomatensoep... sopa de tomate

De allí, más hop-on/hop-off hacia la Casa de Rembrandt. Ahí pudimos ver cómo se hacen los grabados, donde las láminas de cobre, untadas con una especie de cera y resia, se raspan para quitar dicha capa protectora y meterlas en ácido, que se come el metal salvo la zona protegida. Una vez limpia la placa, sin cera, se entinta y se usa para imprimir láminas de papel con una imprenta de rodillo. Además vimos cómo vivían en aquella época y las mini-camas armario que usaban y su estudio, lleno de todo tipo de cacharros.

Paseando por los canales

Paseando por los canales

Al lado, estaba la fábrica de diamantes (o mejor dicho, los que pulen las piedrillas) Gassan, donde en un grupillo pequeño, nos enseñaron cómo tallan los diamantes, luego, nos encerraron en una sala y mediante tubos neumáticos, nos enseñaron un muestrario. Aprovechan también para venderte algo, a lo que supongo precios “de amigo”, pero como no es un tema que controle, tampoco quería picar de incauto, así que nos fumos sólo con un imán típico para la nevera.

Diamantes, diamantes, ¡diamantes!

Diamantes, diamantes, ¡diamantes!

De allí, al barrio rojo y sus put.. digooo coffee shops… mejor dicho liberalidad. Serían las 18:00 y algún que otro garito ya tenía el farolillo colorado encendido y el escaparate con su “muestrario”. La verdad es que me daba cosa mirarlas, pues te miran cuando las miras y me hacían sentir como un pervertido… Al pasar por algún Coffee Shop se podía oler el aroma de dentro. Es una pena que mucha gente vaya por allí sólo por eso (como pudimos ver en el aeropuerto al volver). Aprovechamos para cenar (sí, a las 18:30) en un chino y la verdad es que muy bien.

En el Barrio Rojo

En el Barrio Rojo

De vuelta a La Haya, nos fumos andando hacia el centro y paramos a tomar un mojito en el Havana, un cubano que hay muy cerca del parlamento, donde alguna vez he ido con los del trabajo (que luego no diga Alicia que no la llevo a donde voy con los “amigotes”).

En la Habana de La Haya

En la Habana de La Haya

Con todo el día andando ya nos fuimos al hotel, pues al siguiente también nos tocaría andar y había que estar descansados. Por cierto, al llegar al hotel descubrí la sorpresa que me estaba avisando desde el pie: una ampolla de dimensiones excepcionales en el dedo meñique.

Más ampolla que dedo meñique

Más ampolla que dedo meñique

De La Haya a Calatayud

La semana pasada no pude publicar, pues el mismo domingo 24 tuve que volar a las oficinas centrales para Europa, en La Haya. Dicha semana (la del 18)  fue algo movida, con las presentaciones presentando la nueva familia de productos, aunque por ahora sólo por Madrid y, la verdad, tampoco hay mucho que destacar.

Lo interesante vino a partir del 24, donde tuvimos un par de días de reuniones en La Haya al poder ver a todos los compañeros e incluso alguna estrella invitada. Al igual que la última vez, fuimos (dos personas desde Madrid) en EasyJet pero esta vez no tuvimos retraso, así que llegamos a Schiphol a la hora prevista, sobre las 20:30. Aprovechamos para esperar a los compañeros italianos que llegaban también a la misma hora y cenamos allí mismo, no sea que nos cerraran el restaurante del hotel. Cerca del Burguer King del aeropuerto, hay partes de avión a tamaño real, así que aproveché para unas fotillos:

En la turbina de un avión

En la turbina de un avión

Junto al tren de aterrizaje

Junto al tren de aterrizaje

Tren de aterrizaje

Tren de aterrizaje

Del aeropuerto fuimos en taxi (éramos 4, así que a dividir…) hacia el hotel en La Haya, en total sólo 100 euretes… Sobre todo, lo que es caro es la bajada de bandera. Una vez allí unas copas de bienvenida y a dormir para estar preparado para el día siguiente.

Tras todo un día de reuniones, fuimos a cenar. Nos llevaron a un restaurante muy cerca del Crazy Pianos, muy cerca de los cines Pathé, pero no recuerdo el nombre. La verdad es que la atención no fue nada buena, pues aunque estábamos en mesas separadas de no más de 6 personas, los platos no venían a la vez, obligando a esperar y tomarte lo tuyo frío. Lo gracioso es que fuimos todos (unas 25 personas) en un autobús que luego también nos recogía. La llegada al restaurante no fue mala, pero a la salida, el autobús todavía no estaba y nos tocó esperarlo en el punto de recogida, al lado del paseo marítimo, con un frío como pocas veces he visto. Me quejé del que pasamos en París los días que estuve allí, pero este es todavía peor, pues hacía mucho viento, haciéndolo horroroso. Pregunté a mi compañero de Suecia, y aunque allí hace todavía más frío, no hace viento, siendo más “llevadero”. Sinceramente, no sé qué temperatura hacía, pero las fuentes estaban heladas.

A la vuelta, de regreso a Madrid, el miércoles lo tuve tranquilo, pero el jueves me tocó ir a Zaragoza a visitar clientes. Lo gracioso es que el viernes, que he tenido de vacaciones (¡sí!, vacaciones, pero sólo un día, no vaya a ser que coja el gusto…) hemos ido a Calatayud, al hotel Castillo de Ayud, muy moderno y con un pack muy interesante: SPA y visita al Monasterio de Piedra incluido en precio.

El hotel es muy moderno, de hecho es “gay friendly” (como el famoso hotel de Lisboa al que he ido alguna que otra vez). El parking está todo lleno de graffitis, pero como veréis, no son de los típicos guarreras:

Parking del Hotel Castillo de Ayud

Parking del Hotel Castillo de Ayud

Parking del Hotel Castillo de Ayud (2)

Parking del Hotel Castillo de Ayud (2)

El mismo viernes, por la tarde, tras visitar Calatayud, nos fuimos al spa… yo nunca había estado y la verdad que estuvo bien. Había duchas con “sensaciones” (distintos botones que emulan tipos de lluvias), paseo con piedras (¡qué daño que hacía!, si es que tengo los pies sensibles), jacuzzy (burbujitas por todas partes), piscina con chorros diversos (con mucha fuerza, pero qué bien cuando te dan en la espalda), sauna, máquina de nieve (para frotarte cuando sales de la sauna), baño de agua fría (otra vez más, masoquismo puro al salir de la sauna), baño turco (no se veía nada ahí dentro… todo vapor) y camas calientes para relajarse mirando un techo “estrellado”. Se nos pasó la sesión de spa en un momento y, no sé qué habrá sido, pero ahora tengo hasta la piel más suave.

Por cierto, la vista de Calatayud, fue realmente rápida. Sinceramente, pensaba que era más grande y en un rato andando, vimos bastante (no me atrevo a decir todo pues seguro que nos quedamos sin ver lo mejor, como de costumbre…). Sobre la cena, muy cerca del hotel, está el restaurante “Nueva Mamma Mia“, donde cenamos muy bien…

Al día siguiente, fuimos al Monasterio de Piedra. Había estado hace muchos años y más o menos era como lo recordaba. La visita, de unas dos horas y media y unos 9 km de recorrido merece la pena. Es curios cómo en una zona más o menos seca puede encontrarse tal vergel, con cascadas (una de ellas, con 40m de caída), cuevas y pequeños lagos con aguas cristalinas:

Ruta por el Monasterio de Piedra

Ruta por el Monasterio de Piedra

Aquí podéis descargar la ruta por el Monasterio de Piedra para verla en Google Maps: Ruta por el Monasterio de piedra (KML file).

Para comer, comimos en uno de los restaurantes del lugar, a un precio razonable y con calidad aceptable. Queríamos haber comprado unos imanes para la nevera, como de costumbre, pero esto eran un poco caros… Tras la comida, fuimos también al interior del monasterio, con una visita guiada bastante curiosa.

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Finalizando la visita tuve un pequeño problema: una ampolla en el talón derecho. Como el jueves estuve conduciendo al ir a Zaragoza, ya tenía el talón resentido (del pie del acelerador, me he fijado que tras un viaje largo, el zapato me hace daño). La caminata con las botas y los “calcetines lija” hicieron el resto, así que tengo una buena ampolla en el talón. Como la semana que viene la tengo mucho más movida, el domingo no hemos hecho nada para evitar salir de casa (teníamos un café en casa de una amiga que hemos tenido que cancelar) y que nada me roce el talón, estando con las chanclas todo el día.

La vuelta en coche, sin problema, lo único que la A-2, está continuamente señalizada a 100, a 120, a 90, a 120, a 100… llega un momento que no sabes cuál es la velocidad del tramo tras tanto cambio, así que espero que el “camuflado” que estaba estratégicamente escondido no me haya fotografiado por ir a 120 en un tramo de 100.