De vacaciones (III)

Salimos del hotel con bastante lluvia, pero no sin ánimos de ver, más bien por curiosidad, la Plaza de España. En el camino, pasamos por un Corte Inglés, que nos sirvió de excusa para resguardarnos de la lluvia y comprobar que hasta los chubasqueros habían calado. Como curiosidad, allí tienen un stand de mezclas de café, así como cortadores de jamón para llevar (me pones 100gr. de este 5J). Tras ver que la Praça de Espanha no era nada del otro mundo, cogimos un bus hacia Marqués de Pombal, donde ya enlazamos con el metro hasta Restauradores.

El día anterior, tratamos de ir a Belem, pero como el eléctrico estaba repetado y había cola, hubo cambio de plan. Por otro lado, ya que íbamos a Belem y son típicos los pasteles, sólo los podríamos comprar el último día, para que no se quedasen sin refrigeración un día o más en la habitación del hotel, no fuera a ser que nos cobrasen la luz del frigo de la habitación.

Así pues, fuimos al Bairro Alto, al que subimos en un funicular que se coge justo al lado de la oficina de turismo de Restauradores, en frente al Hard Rock Café. Desde allí, se puede ver Lisboa en un mirador opuesto al Castelo de Sao Jorge. Continuamos por las callejuelas de la zona además de comer POR FIN en un portugués, donde pedí Bacalao à Brás (por la mucha insistencia de SerieZ, pese a que imaginaba que sería el típico Bacalao dorado, como así fue) y Alicia se puso tibia de Borrego Estofado, se lo sirvieron en una olla pequeña, todo ello muy abundante…

Esta zona de Lisboa podría compararse con el Barrio de las Letras de Madrid, con muchas callejuelas y muchos garitos para tomar algo, por lo que la elección de restaurante no fue fácil (seguro que de todos los que hay, elegíamos el peor), así que Alicia se puso a preguntar y al primero que pregunta resulta ser el dueño de uno que, aunque dijo que todos eran muy buenos, el suyo era mejor… ¡qué hacha para el marketing!.

A punto de entrar en un japonés cuyo precio parecía interesante, Alicia entró en una zapatería, donde pensé que iba a comprarse oootro bolso y así fue como localizamos un restaurante local a precio razonable (Bacalao à brás por menos de 15 euros), así que, ahí entramos. Lo primero que hacen los portugueses es ponerte un aperitivo, que en nuestro caso, consistió en un platito de jamón y otro de queso (que olía a mis pies después de un largo día). Como imaginaba que estaría fuera del menú, lo preguntamos, así que, con la triste escusa de que no nos gustaban, nos lo retiraron. Esto parece ser una práctica habitual allí: te ponen algo y si cuela y comes, te lo cobran.

A la salida del restaurante, cogimos un eléctrico, que iba petado, en el que había que empujar para subir/bajar, además que la gente sube antes de dejar bajar. Con él, llegamos a la Basílica da Estrela con algún que otro detalle macabro.

De vuelta, otro eléctrico (no indicado en la guía turística, con lo que nos dio una vuelta por un barrio entero) nos dejó en la Praça do Comércio, lo que aprovechamos para dar otra vueltecilla por Baixa y Chiado, donde descubrimos la Librería Alcalá, especializada en libros en español, aunque en liquidación (Alicia se compró, como no, un libro de Fernando Savater, “El valor de Educar”). También vimos una tienda de tatuajes con un alien recién salido del Nostromo.

Finalmente, aprovechamos para ver una iglesia en Rossio que habíamos pillado siempre cerrada, era curiosa, pues la estructura parecía de hormigón envejecido, realmente no viene indicada en ninguna guía, pero nos resultó muy bonita.

El resto de fotos:

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