El viernes, después de comer, a punto de entrar en fase R.E.M. suena el teléfono:
Operadora: Buenas tardes, le llamo del Gimnasio X-Y-Z y quería ofrecerle un bono… bla bla bla..
Alberto: Es interesante, pero dígame, ¿hay “sauna”?
O: Sí, disponemos de sauna…
A: Disculpe, pero me refiero sauna… ya sabe… hombres fornidos…
O: (lo único que hace es tratar de continuar la lectura de un folleto y no entra al trapo)
A: (Cambio de tercio) La verdad es que los gimnasios no me gustan porque hay gente que va a mirar (recordando la canción de El Reno Renardo, “No quiero ir al gym“)… ¿Sabe a qué me refiero?
O: (Sigue tratando de continuar leyendo el panfleto)
A: Me refiero, a que te miran con ojos sucios… Y luego “terminan” lo que han visto… pervertidos de esos…
O: (como si de una voz grabada, apenas consigo que varíe su discurso). Bueno, le ofrezco a su familiar vernir el día de mañana (¿el día de mañana?, se refiero a mañana mismo) a probar las instalaciones.
A: (Cambiando completamente de tercio otra vez) ¿Mañana sábado?
O: Sí, mañana sábado.. bla bla bla…
A: Es que mañana no puedo trabajar
O: ¿Tiene que trabajar mañana?
A: No, justo lo contrario, no puedo, debo respetar el sábado…
O: Pero si no trabaja…
A: Es que Dios no me permite hacer nada mañana, el Sabbath, ¿sabe?
O: pi pi pi… (ha colgado)
¿Se habría hartado de mis “gracias”?, ¿No le gustan los fundamentalistas religiosos y sí los que van a “otras cosas” al gym?…