Tras reposar el jueves, habiendo llegado el miércoles noche (con comité de bienvenida incluido de Sara y Kike) y el viernes, el sábado partimos de nuevo: Esta vez el objetivo era Porto, pero pasando por Salamanca.
El viaje empezó de forma accidentada, pues cuando ya teníamos todo el el coche, nos dejamos las llaves de casa por dentro puestas y al cerrar la puerta. Fuimos a casa de mis padres a por unas radiografías y alambres, pero nada, aquello no funcionó y terminamos llamando al casero: el seguro de la casa lo cubre, así que llamamos a la compañía y en un par de horas vino el cerrajero. La verdad es que te quedas con cara de tonto cuando ves que con un simple acetato lo mete, pega tres meneos y abre.
Llegamos a Salamanca más rápido de lo que tenía previsto, dejamos el coche en el parking del hotel y nos fuimos dar una vuelta para comer algo. Acabamos en el Drunken Duck, donde nos atendieron a las mil maravillas. De allí fuimos a conocer el casco histórico, las catedrales, universidad,… era increíble, pero en todas las iglesias había bodas, estando todas petadas haciendo difícil hacer de turista para no molestar.
Por aquel entonces no tenía un gps logger, así que no puedo mostrar la caminata que nos dimos, pero ya os comento que fue intensa… Merendamos en la calle, donde Alicia compró un trozo de hornazo (algo así como un cocido dentro de un bollo). Yo fui más a lo que conozco: un trozo de empanada que nos lo comimos al lado de la casa de las conchas:
De allí continuamos con el paseo hacia el Huerto de Calixto y Melibea
Al final, acabamos en la Plaza Mayor, tomando unas tapitas de cena y vuelta al hotel para voler a coger carretera al día siguiente