De crucero (IV)

Llegamos por la mañana a las Islas Caimán. Aquí nos indicaron que no era necesario coger excursión, pero debido que el barco sólo atracaría pocas horas, preferimos una excursión, ya que el barco no espera por los que van por libre… No estaría  nada mal habernos quedado, el paro es 0%, se habla inglés y español, están todas las grandes corporaciones (Santander, PWC, etc…).

La excursión consistió en un paseo en barco con fondo de cristal, para ver los pececillos y arrecifes de la zona, de ahí fuimos a una granja de tortugas y terminó en el infierno:

El barco de cristal, Cayman Mermaid, seguramente era un pesquero reconvertido, así que hacía un ruidazo enorme el motor. El patrón, una vez llegó a la zona indicada, se puso una bombona y unas gafas para darse una vuelta por debajo alimentando a los peces y mientras nosotros grabándolo en vídeo. Por el camino pudimos ver más pececillos, alguna barracuda, una manta y unos extraños surcos que terminan en una caracola. De allí, fuimos a un bus que nos llevó a una granja de tortugas, pero con muy poco tiempo, al estilo anuncio de laxantes. Como nuestro barco todo el mundo es español o mexicano, el grupo de castellano-parlantes es mayoritario, así que nos acoplamos al guía inglés con el que íbamos unos pocos. Había tortugas de un metro o más de caparazón, las reproductoras. Se asomaban como suspirando para coger aire. Una vez que ponen huevos, los recogen y los meten en incubadoras, que según la temperatura, regulan la relación entre machos y hembras. Pasamos al tanque de las tortuguillas, donde nos dejaban cogerlas y hacernos fotos con ellas. Aunque he tenido tortugas de pequeño, peferí sólo mirar. Finalizada la excursión, en el bar podías comer sopa de tortuga, pero como íbamos con el tiempo muy justo, la camarera se entretuvo y desaparecimos, así que se quedaría con una sopa sin dueño y, por supuesto, no pagada.

Subimos al bus a todo gas para ver que un grupete poco respetuoso se retrasó más de diez minutos (lo que nos habría dado tiempo más que de sobre para tomar la sopa). Eso obligó a cambiar la ruta, pero con el abucheo general al final hicimos lo previsto, eso sí, a todo gas.

Continuamos con la vista a la fábrica de ron, donde tienen los famosos Pasteles de Ron Tortuga. De hecho, las Islas Caimán se llamaban Tortuga cuando Colón llegó a ellas, pero los ingleses (es un protectorado) les tuvieron que cambiar el nombre. Para terminar, fuimos al infierno, o mejor dicho a Hell, una calle donde hay una casa cuyo patio da al infierno y si no lo creéis, mirad las fotos. Si hubiésemos tenido más tiempo, la idea ir a la oficina de correos para enviarnos una postal desde allí y decir que hemos recibido una postal desde el infierno.

Terminamos en el puerto, esperando en la cola que nos llevaba al barquito que te dejaba en el buque, pues no hay suficiente calado en el puerto, así que nos tienen que llevar en grupos en un barquito al barco. Estábamos llegando a la cola cuando pasamos por una joyería y Alicia aprovechó para comprarse su regalo de cumpleaños (al día siguiente) sin impuestos, así que, cuando os diga que la pulsera viene de las Islas Cayman, no es un vacile, es cierto.

Ese día comimos en el barco y conocimos a una pareja de mexicanos que nos comentó sobre la supuesta comida mexicana del barco: no es buena. Ese día tuvimos una demostración de magia/mentalismo con Jorge Astyaro, que hizo, entro otros, el famoso truco de los vasos desechables con un pincho oculto… impresionante al verlo en persona. El espectáculo que tuvimos antes de la cena fue la noche tropical, con bastante movimiento.

http://picasaweb.google.com/s/c/bin/slideshow.swf

Leave a comment