Vacaciones de verano 2010 (XII a XIV)

Como esta serie de posts sobre las vacaciones parece no tener fin y, como al paso que voy, acabaré contando las próximas vacaciones antes de terminar esta serie, lo voy a abreviar.

La idea principal de ir a Guisando era el invitar a la familia de allí a nuestra boda, o mejor dicho, celebrarlo con ellos. Para ello, en uno de los restaruantes de la zona, reservamos mesa para todos y nos dimos un buen banquete. Alicia y yo nos atrevimos con los chuletones de ávila, que parecían más de dinosauro que otra cosa, al estilo de las chuletas que le ponen a Pedro Picapiedra en el troncomóvil y lo vuelca, de los créditos iniciales.

Chuletón de Ávila

Chuletón de Ávila

Hacía años que no íbamos por allí, en concreto Alicia era la primera vez, así que aproveché para ver un poco la zona, el pueblo de Arenas, la iglesia donde mi tía se casó… apenas me acordaba del lugar.

Al día siguiente (sábado 24), nos retiramos hacia Madrid, para volver con más calma y volver al trabajo sin mucho sobresalto.

Por fin vacaciones (III)

Hoy nos ha costado un poco levantarnos, pero parece que ha sido todo planeado, pues eso nos ha permitido ir a la Playa de las Catedrales con la marea baja.

El sitio es muy interesante: grandes paredes de rocas, con cuevas… el problema es que los famosos arcos no los vimos, pero ya lo volveremos a intentar. Otra problemática es que hay pocos accesos, ya que es un acantilado con playa de arena en el fondo, por lo que sólo se puede bajar por determinadas escaleras. Si te animas y empiezas a andar, como te suba la marea, puede ser un problema, pues en el acantilado había mejillones y percebes hasta a un metro y medio de altura, así que como te atrape el mar, posiblemente tengan que venir a rescatarte. Nosotros nos fuimos cuando el agua nos empezaba a llegar a las rodillas.

Al salir de ahí, estuvimos bordeando la playa, cotilleando un poco todos los chalets que hay en la zona. En todo caso, llevamos un par de días con mucha suerte, pues el sol no nos ha abandonado en ningún momento.

Para comer fuimos a Abadín, en el restaurante Niza, que nos recomendaron los dueños de la casa rural. Sinceramente, no es un sitio al que entraría de motu proprio, pero la verdad es que genial. Un chuletón de buey de 1Kg, todo rosita por dentro y que se cortaba como mantequilla con un cuchillo caliente. Excelente en todos los sentidos.

A la vuelta, pasamos por Mondoñedo, dode vimos la catedral, la cual tiene restos de la catedral de St. Paul de Londres, cuando Enrique VIII se cambió de religión y animó a todos los demás a hacerlo (y por tanto, cambiar la decoración). Estuvimos tomando un cafetillo en “O rei das Tartas”, justo enfrente. Dicen tener la tarta más galardonada, pero sinceramente, las cosas con cabello de ángel y almendras, no son lo mío. Quisimos ver las “Covas do rei Cintolo”, pero no es algo apto para domingueros, sino que hay que llevar casi equipo de espeleología. Finalmente nos contentamos con una vista al barrio de los molinos, de la misma localidad, donde hay riachuelos de aguas transparentes en plena calle que sirven para mover molinos.

Como curiosidad, en pleno pueblo, había una tienda de manualidades, donde Alicia aprovechó para comprar un kit de Fimo a precio realmente bueno. Ahora a ver si le da por usarlo y diversifica el “negocio” del Swarovski.

Tras los 10Km de paseo por Mondoñedo (bendito GPS), ya estábamos un poco cansados, así que pusimos rumbo a casa y nos dormiremos en breve.

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