De juzgados incompetentes a Mallorca

Esta semana, Alicia y yo fuimos al juzgado de Alcalá para ver si por fin nos dan ya la fecha para FIRMAR (sí, firmar los papeles, que nadie piense en un bodorrio con carroza y arroz) y, ¿cuál es la sorpresa?, pues que esa panda de inútiles que ahí trabajan (no se salva ni uno) han perdido los papeles… encima, el puñetero gordo perezoso que sólo se dedica a incubar sus almorranas, nos pide el justificante de haberlo entregado alguna vez… es decir, primero nos llama mentirosos y, de tener el papel que nos pide, podemos seguir hablando pese a “faltar dichos papeles”.

Subimos al registro y Alicia consigue, como favor-te-debo-la-vida, que nos fotocopien el papel que dice que sí hemos entregado lo que el retrasado mental antes mencionado nos había pedido. Total, que volvemos a verle y, como tienen mucho que hacer, ya no nos pueden atender y nos dicen que nos llamarán a lo largo de la mañana. En fin, como decía Alicia, estos son los que dan mala fama al resto.

Sobre las 13:30 me llaman para decir que la declaración jurada que hemos presentado no vale, pues Alicia no aparece empadronada en el piso que dimos como dirección, sino donde vivíamos antes y que la fiscal (que no debe tener mucho curro) ha tirado atrás… Me entran los mil males y les digo que por su inutilidad llevo 6 meses de retraso para firmar un papel de mierda y que si piensan, para hacer tanta averiguación, que si esto lo hacemos por conveniencia, que no es cubana ni norcoreana para armar tanto lío. La pendeja parece que se le quita la chulería y se compromete a indicarlo a la tontolaba (alías la fiscal) y que llamaría en lo que queda de semana. Estamos a domingo y sigo a la espera. Mañana llamaré, a ver si es que lo que ha perdido esta vez es el cerebro.

Al día siguiente, viaje de ida y vuelta a Barcelona. Con el Mobile World Congress, ya me pensaba en lo peor (todo hasta arriba), y con posibilidad de lluvia de un 70% lo hacía todavía menos agradable, pero bueno, al final  no tuve problema y el día estuvo bien. Además, la gente de Vueling me adelantaron el vuelo gratis, lo que se agradece en una “low-cost” (aunque por el servicio que da, no se merece este apelativo). Sinceramente, dudo que otras no low-cost, sean capaces de dar ese nivel de servicio aún cobrando hasta 5 veces más.

Para terminar la semana, fui a Mallorca. Allí sí que había estado lloviendo y por la tarde se puso a llover cuando venía el taxi a por mi, lo que hacía complicado ir a buscarle, pues el ParcBit (parque tecnológico) todavía no lo dominan los taxistas y no sabía muy bien dónde le estaba esperando. Lo peor del viaje fue la vuelta, en la dichosa RyanAir. Evito a esa compañía tanto como puedo, pues es lo peor de lo peor. Esta vez se pusieron a comprobar todas las maletas de forma exhaustiva con una caja metálica: si no cabe, pagas 35 euretes. Pues bien, por un par de centímetros, mi trolley no entró (pese a sobrarle en las otras dos dimensiones), así que a pargar toca. La verdad es que me da igual, pues no es mi problema, pero me fastidió que sólo se pueda pagar en metálico, cosa que no suelo llevar encima… ¿por qué no lo pasan a la tarjeta del boleto?, ¿no es posible pagar con tarjeta?. Está claro que el truco es una maleta larga y estrecha que no una pequeña y un poco ancha (las ruedas no pasaban).

El fin de semana ha sido muy tranquilo, prácticamente una cura de sueño. Con los vuelos de los últimos días, he estado madrugando bastante, así que pocas ganas tenía de ir por ahí. El sábado fuimos a cenar otra vez al Chacabuco con unos amigos y ya pedimos la pizza grande (eso sí, a repartir entre cuatro).

En el norte

Esta semana he estado en Santander y Gijón con el trabajo.

Para ir, cogí un vuelo de Ryanair, pues no hay muchas más alternativas a la ultra-cara Iberia. En Barajas había muchísima niebla, por lo que mediante megafonía (seguramente usando voz “sintética” de Loquendo) anunciaban que muchos vuelos estaban sufriendo retrasos. En el caso del mío, el retraso se debió a que el avión se dirigió a una zona entre las pistas donde, mediante camiones con mangueras, rociaron con agua caliente la zona de las alas. Imagino que era caliente pues desprendía mucho vapor.

Al llegar, el aeropuerto de Santander es muy pequeño, tanto, que van avisando cuándo pasar por el control de seguridad para no llenar el “lounge” de espera. Por otro lado, aunque hay un “finger”, todo el mundo va a pie al avión y sube por escalerillas.

Para poder moverme por la zona, alquilé un coche. Habia mirado Pepecar, Europcar, Hertz… pero la más barata, con diferencia era Avis. Además, tienen un servicio de recogida en el aeropuerto. El probleme viene en que lo que has pagado no incluye seguro, así que, si le pasa algo al vehículo, tienes una franquicia de 600 euros. Al final, con seguro ampliado, no difiere mucho de los otros (unos 55 euros día). Había cogido el modelo más económico, un Fiat pequeñín, pero me dieron un León diesel.

Frente al Santander

Frente al Santander

Tras la última reunión de la tarde, salí hacia Gijón, donde tenía el hotel. Pese a que Google Maps indicaba dos horas y todo parecía autovía, hay un tramo que es carretera normal. Si a eso le sumamos que era noche cerrada, no conozco la carretera y que se me da muy mal las carreteras convencionales, tardé algo más. Por otro lado, al llegar a Gijón, el GPS se puso loco y di muchas vueltas. Al final, llegué al hotel Pasaje (30 euros en booking.com), justo enfrente del puerto y muy cerca del parque que tiene el “WC de King Kong” (o el Elogio del Horizonte).

En el puerto de Gijon

En el puerto de Gijón

Al día siguiente, más reuniones y salir pitando a Santander a otra más, justo antes de dejar el coche y volver al aeropuerto a coger el vuelo y de vuelta a Madrid, pero ya para cenar en casa tranquilamente.

Volviendo de Santander

Volviendo de Santander

Como curiosidad en la vuelta, nada mas aterrizar, sono una fanfarria de esas que, en los dibujos suenan en carreras o hipodromos, indicando que habíamos llegado puntuales, como el 90% de los vuelos de Ryanair… qué raro, todos los que hice con ellos fueron de ese 10% restante.